jueves, 22 de noviembre de 2012

ride

Ese día tuve la certeza de que ambos nos fuimos a la cama con una sonrisa de oreja a oreja. Sé que fue apoyar la cabeza en la almohada y comenzar a soñar aún despiertos. Quizás estaba tan segura porque esto llevaba ya un par de semanas ocurriendo o porque entonces, las mariposas golpeaban más fuerte nuestro estómago y los pájaros de nuestra cabeza deseaban más que nunca la libertad, del mismo modo, que nosotros nos deseábamos el uno al otro. El dar un paso más. El pasar de sentir las cálidas sonrisas al otro lado de la pantalla para emepzar a irnos a la cama con el recuerdo de nuestros labios grabados a fuego en la moemoria. Porque cuando un simple saludo te hace suspirar ante el cristal y el verle cruzar los pasillos hace que el estómago te de un vuelo, sabes que puede que éste sea otro de esos intentos fallidos de ser feliz, pero una vez más, estás dispuesta a intentarlo.

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