domingo, 19 de mayo de 2013

Muy frecuentemente las lágrimas son la última sonrisa del amor.

 Un día más el reloj de mi habitación va dando lugar a un anochecer, las primeras farolas empiezan a encenderse y el silencio poco a poco va inundando todo lo que me rodea.

Hoy vuelvo a mirar esa estrella, la que un día miramos juntos, esa estrella que un día nos unió y ahora es la única cómplice de lo que un día fuimos.

Mi mente no habla, sólo se dedica a sentir, a escuchar el silencio de una noche solitaria llena de recuerdos perdidos en algún lugar del mundo contigo, intento describir en vano el sonido que me inunda, ese sonido que un día describimos como solo sabíamos tu y yo, pero el resultado es una lágrima, una lágrima que poco a poco se desvanece por mi mejilla y que termina en mi boca, así un día más saboreo el dolor, la tristeza, la melancolía.

Algo me llama la atención, las primeras gotas han empezado a chocar contra la ventana, es curioso que en plena primavera, hasta el día sepa cómo me siento. Al compás de la lluvia mis ojos se inundan de sentimientos, sentimientos que salen de mi cuerpo para ser enterrados en algún lugar de estas cuatro paredes que me rodean.

Cada lágrima es un desgarro que me mata, la lluvia empieza a ser más fuerte, al igual que mi llanto, siento que sólo tú puedes calmar mi ansia.

La lluvia ha parado al igual que mi vida, y tengo miedo de sentir lo que siento.


La huella de un sueño no es menos real que la de una pisada.

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