domingo, 16 de octubre de 2011

No son buenos tiempos para los soñadores

Qué duro es el momento en el que te das cuenta de que las cosas no son como pensaste aquel día. La perfección se vuelve gris, y luego negra, y luego ya no existe. No existe nada de todo lo que un día imaginaste. Todo se ha desvanecido. Y no haces más que repetir esas palabras, todo y nada. Y ya está. Manos vacías y personas extraviadas en historias mal contadas. Qué nos está pasando. No, qué nos pasó, para llegar a este punto de no-equilibrio, de indiferencia, de verguenzas y palabras que se dicen en caliente.
Y luego lo tiñes todo, con una sonrisa que crees que cura el tiempo. Pero el tiempo ha cavado agujeros demasiado profundos como para taparlos con hierba. Ni verde, ni azul, ni blanco. No existen los colores que un día pintamos en folios que luego se pegaban en la nevera. Ni nuestra vida, nuestras historias. Se han reciclado y se han fugado con las horas. Ya no están. Intento saltar y arriesgarme, aferrarme a esa idea que aún no os culpa y que me une a vosotros. Pero al saltar me hago daño porque no hay nada que pare el golpe. Y otra vez me doy cuenta de que me equivoqué con vosotros. Duele cuando te das cuenta de que se han ido de ti. Demasiado lejos para alcanzar las palabras. No sé porque me duele tanto si al final vuestra indiferencia se disfraza de sonrisas. Y nada más. Reconstruyo todo esto en mi mente, y al final lo expulso.

A ti, sin embargo, debo agradecerte todo y más, más y más. Por saltar y hacer que el golpe no duela tanto y por esperar paciente a que tenga fuerzas para expresarme.  Sabes que sucede, que estoy terriblemente enamorada y a veces tengo miedo.

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