Lo siento, pero no puedo. No voy a pedirte fuego para volver a encender la llama, ni suplicaré que ardas en mi misma hoguera.
Es más, ni siquiera hablaré acerca de ese perfume que nos embriagó, que
quizás sea un hechizo pasajero que debamos olvidar y regalar al tiempo
para que decida, pero éste es mal consejero.
A mi sonrisa jamás le echo un cable para que pudiese moverse a sus anchas.
Me enamoré de tí tristeza, por la incertidumbre de ser o no ser
amada... y es que el cielo cae encima mío sin yo quererlo, y las hojas
en verano dicen ser tus pies que vienen andando hacia los míos...
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